jueves, 21 de abril de 2016

Suyis Liq'cau, manos de mujer



No hay energía más potente que un grupo de personas movidas por un sueño, por un deseo, por una ilusión. 

En Chiu Chiu, una comunidad del desierto de Atacama, hace seis años, nueve mujeres se encontraron y soñaron juntas. Necesitaban dinero para... la lista es larga! los estudios de sus hijos, el médico, pagar la renta de la habitación en la que vive toda la familia... Pero también necesitaban un espacio en el que encontrarse, charlar de sus cosas, reír o llorar. Juntando las dos necesidades, y todos los sueños que se esconden tras ellas, crearon el taller Suyis Liq'cau, que en lengua kunza significa manos de mujer.



¿Y qué hacen estas 18 manos de mujer tres veces a la semana? Tejer en todo tipo de telares. Aprender diferentes técnicas, con maestros que consiguen gracias a apoyos monetarios de mineras, bancos e incluso Cáritas de Barcelona o el Ajuntament d'Esplugues (antes de la crisis, claro!). Y mientras tejen, se sienten mejor, se sienten mejores. 


(este es su último reto, el telar más difícil con el que se han enfrentado: en ello están todavía, pero yo no dudo que lo conseguirán)

La comunidad les ha cedido un pequeño local, donde exponen y venden sus piezas. Fui a visitarlo y me pasé allí tres horas, ayudando a exponer las piezas, charlando con alguna de ellas. Por supuesto, solo utilizan productos naturales. Compran lana de oveja, vellón... y los hilan. Así que del principio al fin, esas piezas de arte cotidiano (fundas de cojín, gorros, bufandas, alfombras, bolsos, echarpes, chaquetas, ponchos...) son suyas. Conviven con ellas, en sus casas, en las plazas, en la cola de la micro que les llevara a la ciudad, en el taller... ven sus horas y sus días pasar, sus alegrías y sus penas. 


(estas son las piezas más exquisitas, tan suaves que parece que se te deshacen en las manos)


Sin embargo, hoy se prioriza lo barato sobre lo bueno, lo moderno sobre lo que dura, lo que es fácil de lavar y planchar sobre lo que requiere cuidado... no importa llevar todos el mismo pañuelo, ¡incluso nos gusta porque está de moda! Así que su trabajo no siempre se valora. No venden mucho. Más bien venden poco. 

Si viniera un experto de Marketing, o un emprendedor de algún vivero de Barcelona, les diría que no hay salida. Viven en una comunidad pequeña y con pocos recursos económicos, que a penas recibe turismo (y si lo recibe, es de comunidades aún más pequeñas que bajan los domingos de paseo o de gente de la ciudad más grande cercana que no tienen recursos para otras actividades), hay una tienda de souvenirs chinos dos calles más allá... peor aún así no ceden porque no hay otra posibilidad, no hay otra opción que seguir remando. Espero que no cedan nunca y que los vientos, algún día cambien y les sean favorables.

Yo sé que mujeres como ellas, proyectos como el suyo, hay en muchos rincones del planeta. ¡Por suerte! Pero yo ayudé a colgar sus ponchos en una percha y coloqué los gorritos de bebé en una mesa. O sea, un domingo tarde, yo tuve entre mis manos sus esperanzas de un futuro, sus esfuerzos de superación a pesar de las veces que les han dicho tú no vales, su sudor frente al telar después de jornadas de 12 horas recogiendo zanahorias bajo el sol inclemente... así que ¡pido un milagro! 

Dios, ¿por qué no lanzas los dados una vez más y conviertes Chiu Chiu en la meca de la moda, el Milán o el París del siglo XXI? ¿Por qué no nace en una de estas casas de adobe y paja la próxima Coco Chanel? 

¡Lo que nos íbamos a reír!
















 



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