jueves, 25 de febrero de 2016

Neruda, els gats, el verí i la revolta




Pablo Neruda és el poeta xilè per excel·lència. Una personalitat sens dubte peculiar i interessant, tant viva com morta. Fa uns mesos van tornar a exhumar el seu cadàver: van descobrir restes de verí, del mateix verí que van trobar al cadàver del president Frei Montalvo (un cop mort Allende, el president que quedava viu). Primers dies de dictadura militar. El Estadio Nacional ple d'estudiants, músics, sindicalistes, periodistes... gent que molestava. Com es veu que molestaven un Premi Nobel comunista i un president demòcrata.  D'això parlava ahir amb una amiga xilena, veient una exposició sobre grans muralistes mexicans (Rivera, Siqueiros...), artistes i comunistes. El títol de la mostra? La Exposición Pendiente. S'havia d'exposar a Mèxic. L'havia comissariat Neruda i Allende anava a inaugurar.la. Era setembre del 1973. Ni un ni l'altre van anar. Els militars van trencar el seu país. Mèxic, solidari sempre, no la va obrir. Esperant. L'exposició s'ha inaugurat ara, més de 40 anys després, a un Santiago tranquil.


I com la vida és plena de 'causalitats', pel matí m'havia comprat una postal amb un poema del mestre, "Oda al gato".

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas, 
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar a la mosca,
pero EL GATO
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro. 

I vaig desitjar SER GAT i ser jo, feliç, orgullosa, autèntica, tranquil·la... "desde el presentimiento a rata viva, desde la noche hasta los ojos de oro". 

Diuen que el verí va accelerar la seva mort (estava malalt de càncer en aquell moment i era molt gran)... els idiotes celebrarien que havien guanyat... i avui, jo, escrivint aquest poema, estimant-lo, i vosaltres llegint-lo, els contradiem. Avui, inaugurant l'exposició que ell va preparar i quan la visiten mil.lers de xilens, viu.  

Acabem de fer la revolta: en Neruda viu. 


martes, 16 de febrero de 2016

Cuando el sol vive atrapado en la piel



"Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo" dijo Selma Lagerlöf. Si Selma hubiera venido conmigo a Casa Abierta, hubiera estado de acuerdo en otorgar ese honor a los niños que allí viven, a sus familias y a sus educadores. Ellos son los que padecen el dolor pero también son los valientes que, a golpe de risas y juegos, salen adelante. Juntos. 

Pero Selma, la primera mujer que ganó el Premio Nobel (1909), no conocerá el hospital de niños quemados Coaniquem en Santiago de Chile. No se cruzará por los pasillos con Gabriel, que con dos años soporta días de encierro, entre operación y operación, para tratar de salvar su bracito. Corre de un lado a otro, seguido por un padre atento hasta de su sombra, tratando de saltar, esconderse, alcanzar todos los objetos. No recuerda que se quemó con agua hirviendo, que vive lejos de su mamá, que está malito... Solo nosotros, 'los normales' 'los adultos', vivimos con el miedo en el cuerpo.

Ni conocerá a Paz, que tiene 16 años, y deja que su melena caiga siempre por el lado derecho de su cara, para que le cubra el cuello completamente quemado. Tiene joroba porque la piel, quemada desde el hombro, no crece. Le hacen injertos para salvar esa piel pero también sus huesos y músculos que se deforman. Ella le explica a Erick lo que le espera. Comparten quemadura pero le lleva un par de años de ventaja en este camino de injertos, pastillas, terapias, intervenciones quirúrgicas... "Te dirán que no duele. No les creas. Duele mucho. Pero no pasa nada. Se va" oí que le decía una mañana. Mentiras las justas entre los supervivientes.



El veterano es Gonzalo, con 22 años. Trabaja en una obra. O mejor dicho trabajaba. Allí se destrozó el brazo con una máquina. Hoy, cuando el dolor se lo permite, juega a la wii con los medianos, tratando de desandar horas, días, semanas... esperando recuperar su vida. 

El agua hirviendo, el horno, una estufa vieja, el fuego, los petardos, enchufes y cables, niños que quedan solos porque la mamá ha de irse a trabajar... en los más de 20 años que esta institución existe, las historias se repiten aunque el nombre y la cara sean siempre diferentes. Muchas veces, estirando el hilo del ovillo de estos expedientes, se llega a la pobreza, al maltrato, al abandono,a la falta de formación. No siempre pero casi siempre.


Coaniquem es un pequeño universo, un universo lleno de risas y color a pesar de que se encuentra en guerra permanente. La vanguardia de las fuerzas de élite son los médicos y enfermeras que luchan en los consultorios y los quirófanos. Tan clara tienen su misión que me contaron que el cirujano jefe, un veterano con toneladas de experiencia a su espalda, siempre consulta a sus pequeños pacientes si quieren o no ser operados. Y en caso de que no quieran, no pasa nada. Y si quieren, les pregunta por donde prefieren empezar. Aquí no se viene nunca por una vez. Aquí no hay remedios mágicos: una pastilla, un jarabe, un yeso. Una niña que empezó a venir cuando tenía siete años y ahora empieza el primer curso en la universidad, está a punto de recibir el alta... casi definitiva.

Su piel, el traje que recubre su corazón y su alma, está maltrecha. Después de las operaciones y los tratamientos, los peques pasan por las modistas. En un taller, que a mi me pareció más bonito y brillante que cualquier atelier de París, un grupo de mujeres prepara trajes a medida. "Un par de mudas por niño. Sin costuras. Personales". Hay cuatro tipos de telas y una de ellas se la hacen traer de un taller de Mataró. "Cerca de su casa, ¿no? Son los mejores. Nada igual" y me lleno de orgullo al escucharlas mientras observo las cortinas de Peppa Pigg, las sábanas de Cars, los catálogos de disfraces de Frozzen... "Tienen que venir aquí contentos. Tenemos que conseguir que les gusten sus ropas" me comenta una de ellas mientras me enseña un muestrario de colores que van del clásico carne al verde fosforito. Los pequeños eligen y las manos de estas hadas madrinas cosen y cosen una nueva piel que proteja a sus amigos. Una pierna, una gorra, un guante, un calcetín, una camiseta, una malla, un traje completo... "Las máscaras, para los que no tienen cara, se hacen en otro sitio". Y yo no tengo fuerza de preguntar donde.

 

Días y días de tratamientos. Psicólogos, terapeutas, fisioterapeutas... Cada uno tiene su trabajo, su espacio, sus herramientas.

     


Para los que son de lejos, Casa Abierta es un pequeño hogar en el que conviven estos pacientes con sus familiares. Para los que tienen que pasar meses aquí, una escuela con un equipo de maestros. Currículum oficial. Para los fines de semana, una ludoteca con educadores pendientes de inventar actividades y juegos.



 





Porque hay vidas y vidas.
Porque no todos los niños pueden dormir cada noche en su cama ni ir a la escuela de su barrio. Porque hay pieles para las que la costura de una camiseta puede ser un arma mortífera y un rayo de sol, enemigo mortal. Porque algunos en vez de canchas de fútbol visitan quirófanos, en vez de correr por el parque juegan tumbados en una cama, porque en vez de crecer con sus hermanos lo hacen con desconocidos.

Porque a pesar de todo, y sobre todo, todas esas vidas pueden estar llenas de risas y luz. Porque, como bien saben Freddy, Emilio, Franco, Alejandro, Ana... aunque sea despacio, con muletas, a rastras, vivir siempre vale la pena.











jueves, 11 de febrero de 2016

Fundación mítica de Buenos Aires, según Borges




Borges vivió en la calle Serrano (que hoy lleva su nombre y no ése, en el corazón de Palermo, Buenos Aires) durante parte de su infancia y juventud en una casa de la que ya solo queda el solar y una placa que lo atestigua, Sin embargo, unos pasos más allá, desde el chaflán, el almacén rosado mantiene la memoría del maestro, recogida en este poema sobre la fundación de su amada ciudad. Si el almacén desaparece (de hecho, ya es un bar para turistas pero el dueño ha mantenido la estética antigua), el poema será una quimera. 
Dicen que el que hoy es un barrio de clase media algo hippy y moderno, estaba entonces tomado por las timbas, los improvisados tangos, la ley del gaucho. 

En silencio, frente al almacén y releyendo este poema, me pareció que podía ser real. Como si mirara por una cerradura en el tiempo, creí descubrir al niño jorge luis sentado en su portal, imaginando esta historia de su barrio y de su ciudad. 
¿Me vería él a mí, mirando por la misma cerradura?

¿Y fue por este río de sueñera y de barro 

que las proas vinieron a fundarme la patria? 
Irían a los tumbos los barquitos pintados 
entre los camalotes de la corriente zaina. 

Pensando bien la cosa, supondremos que el río 
era azulejo entonces como oriundo del cielo 
con su estrellita roja para marcar el sitio 
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron. 

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron 
por un mar que tenía cinco lunas de anchura 
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos 
y de piedras imanes que enloquecen la brújula. 

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, 
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, 
pero son embelecos fraguados en la Boca. 
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. 

Una manzana entera pero en mitá del campo 
presenciada de auroras y lluvias y sudestadas. 
La manzana pareja que persiste en mi barrio: 
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. 

Un almacén rosado como revés de naipe 
brilló y en la trastienda conversaron un truco; 
el almacén rosado floreció en un compadre, 
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro. 

El primer organito salvaba el horizonte 
con su achacoso porte, su habanera y su gringo. 
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen, 
algún piano mandaba tangos de Saborido. 

Una cigarrería sahumó como una rosa 
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres, 
los hombres compartieron un pasado ilusorio. 
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente. 

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: 
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.