viernes, 25 de marzo de 2016

Nombre va, nombre viene y entre medio, risas

Hay noches que tengo agujetas en los mofletes. 
Son culpa de todas las risas que no he dejado escapar durante el día. 
Decenas de personas se sientan frente a mí, cada mañana, y les pregunto mil cosas. 
La primera, y que puede parecer sencilla, su nombre.

Este es un continente de nombres extraños. O, incluso, de nombres comunes con escritura extraña. O incluso de nombres comunes con usos extraños... 





Un hombre del Perú me dio los nombres de pila de sus dos hijos: XABIALONSO, todo junto por favor, y MESSI. Se me olvidó preguntarle si le gustaba el fútbol. O si esperaba que sus hijos fueran grandes deportistas que le retiraran de trabajar en el campo. Aunque eso de que el nombre imprime carácter... Un chico de Venezuela me dijo que se llamaba Hans Christian Andersen (también de nombre de pila) porque a su padre le encantaba leer. A él, en cambio, le gusta el fútbol, ha sido futbolista profesional en su país, y solo lee libros de psicología -ahora se dedica a ser cazatalentos-. Pues eso, quizás debería haberle explicado al señor del Perú que no iba a tener suerte por ese camino.

-Victoria.
-No señorita, mi hija se llama BICTORIA.
-Eso he escrito.
-Ha hecho usted una falta. Se escribe con B larga.

-Sesilia.
-Cecilia.
-No, no, no me ha oído bien... es con S.

-Elizabet.
-Es con h.
-Claro, disculpe. Elizabeth.
-No, no. Con h.
-Ya la puse.
-Le falta otra y ha puesto una letra que no conozco. Es con s. Helisabeth

Maclian, Yessemi, Yaramias, Isvelda, Jesusestdieux, Jesusestjust... y sigamos inventando.

Acabáramos! Real como la vida misma.
Como lo eran dos chicos exactos que tenía delante de mí, que aseguraban llamarse igual (Jorge Machado) y que venían de Venezuela. Pedí sus pasaportes: eran dos mellizos, Jorge A y Jorge G. Su madre, orgullosa, me dijo que les puso el mismo nombre (igual que a su hermano mayor) porque quería que se supiera siempre que eran hermanos. Y yo le dije a la señora que para qué estaban los apellidos. Me sonrió y me dijo que no lo sabía, que no se lo habían explicado nunca. 

Pues eso, que uno no puede reírse de algo tan propio, personal, importante... como el nombre de una persona así que acaba con agujetas en los mofletes. 


PD: Por suerte, ayer me encontré con un nombre que entendí a la primera y que supe escribir perfectamente, María de los Ángeles. Me separaban 44 años de mi tocaya. Ella había nacido esta Navidad, en un pueblito de la sierra del Perú. Tenía una melena preciosa, negra como el carbón, y unas pestañas que casi se pisaban. Su piel era cobriza y era dueña de unos mofletes espectaculares. Ojalá dentro de unos años también tengan agujetas como los míos, por todas las risas que se le escaparan. Le susurré al oído que se lo deseaba.



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